La Navidad es un tiempo de paz, reflexión amor, risas y críticas severas sobre lo peligroso que es un elemento en nuestros convivios sociales.
En primer lugar, quiero compartir que soy consciente del problema que algunas personas en nuestro país y alrededor del mundo se enfrentan y sufren los efectos del abuso del alcohol, ya sea directa o indirectamente. El abuso de esta sustancia puede matar y no pretendo minimizar esta problemática.
Quiero al contrario visualizar el rol del brindis y la bebida en esta época. Ya que muchos beben más del límite legal establecido. Así mismo, no tengo ningún interés en defender a la gente que nos estropean el día a todos, tanto como los que gritan, como los que se pelean en un bar u otro espacio de convivio. La gran mayoría beben alegres y son cordiales.
Los informes sobre estas conductas destructivas van acompañados invariablemente de advertencias de expertos médicos y estadísticas donde presentan aumentos en la cantidad de personas que beben o en el volumen que se consume, mencionando que se bebe hasta niveles peligrosos. Lo que se tiende a omitir es la definición de “peligroso”, pues sobrepasa los límites cualesquiera que haya bebido más de la pauta diaria recomendada de consumo de alcohol, que equivale a aproximadamente 850ml de cerveza para hombres y 475ml para las mujeres.
En otras palabras, dos y un dram de whisky respectivamente. No suena tan peligroso cuando se plantea así, ¿verdad?
Se difumina deliberadamente la distinción entre aquel que bebe una botella entera y destroza el lugar y una pareja que comparte una botella de vino durante la cena. Los dos han sobrepasado el límite permitido.
El alcohol es una droga adictiva y potencialmente peligrosa, lo sabemos, tenemos normas que regulan su distribución, venta y consumo. Pero, también es intrínseco a nuestra civilización, es una constante en nuestra historia. El registro más antiguo de consumo de alcohol data de los años 7000-6600 AC.
Al igual que el fuego, el alcohol mata, mutila y destruye vidas y lo ha hecho desde la Edad de Piedra. Pero, como el fuego, el alcohol es uno de nuestros mayores descubrimientos, algo sin lo cual es difícil imaginar la vida, algo que en general ha mejorado inconmensurablemente la calidad de nuestras vidas.
Sabemos que el fuego debe tratase con respeto y precaución. Entendemos perfectamente que si lo controlamos, es una bendición, pero que, si se sale de control puede causar daños devastadores. Por eso mantenemos a los niños alejados de él, hay regulaciones y pautas claras sobre su manejo.
No hemos visto a nadie pidiendo la abolición del uso del fuego. Rara vez vemos a gente que le eche la culpa al fuego cuando destruye. Entendemos que se debe a una acción humana deliberada, a un trágico accidente o al resultado de una negligencia.
La Navidad, al igual que los cumpleaños, las bodas y otros eventos, son momentos de celebración. El alcohol reduce las inhibiciones, crea sentimientos de euforia y nos ayuda a interactuar con la gente. Así que estas fiestas no antepongas la norma al placer, antes de comenzar cada reunión toma las precauciones pertinentes. Bebe hasta que sientas ganas de cantar, bebe hasta que te sientas épico y maravilloso, disfruta y aprende a beber mejor. Así que no te emborraches sin motivo, ni congeles el júbilo.
Después de la celebración, escoge el whisky de tu preferencia y recuerda que un día de Navidad, mientras las familias se reunían bajo el árbol en 1887 caía la primera gota de Glenfiddich y ese mismo día, una década después se destiló por primera ocasión Speyburn.
¡Feliz Navidad!
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